Una bellísima mancha
de sangre se desparrama graciosamente bajo mis pies. No puedo evitar
quedarme maravillado mirándola. Ella también me está mirando,
tiene unos ojos coagulosos que siguen todos los movimientos que hago.
Poco a poco se van dibujando unas orejas de soplillo y una nariz fina
y acentuada. Me asombra la claridad de la visión, realmente parece
estar ahí mirándome. Una imagen perturbadoramente magnífica.
La sangre sigue su
curso creando su propia obra de arte, ahora con unos labios carnosos
de un color rojo impresionante que reclaman a gritos ser besados.
Creo que es el rostro más precioso y delicioso que he visto nunca.
No es perfecta, obviamente, porque nadie en este inmundo mundo lo es,
pero sin duda es la imagen de mujer más bella que he visto en mi
puta vida. Lo que es muy curioso, sabiendo que Ella es solo una
mancha de sangre. Pero me la fela. Ese insignificante detalle no me
va a fastidiar la paranoia más psicodeliciosa que he tenido nunca.
Me inspira mucha tranquilidad ver esa cara y, aunque no acierto a
saber por qué, tengo la sensación de que todo va a salir bien. No
tengo ni puta idea de qué es ese todo, pero estoy convencido de que
llegaré a buen puerto. Es posible, no estoy seguro, pero pudiera ser
que ahora mismo estuviera colocau. No alcanzo a recordar nada
anterior a la sangre, de hecho no sé de dónde ha salido y la falta
de cordura que presenta mi mente me hace sospechar que voy hasta el
culo, una vez más. No obstante, me siento extrañamente feliz y
sereno, cosa que no suele suceder muy a menudo, así que habrá que
disfrutar de esta plácida muerte cerebral.
La sangre sigue
bailando sugerentemente a mis pies, moviéndose y mutando su forma
inicial. Mis ojos vuelven a posarse irremediablemente sobre Ella, que
me guiña su ojo izquierdo y me saca la lengua de forma gamberra y
lasciva. Joder... es más de lo que mi mente demente puede soportar.
Mi consciencia empieza a convulsionar enérgicamente, follándose mi
subconsciente y consiguiendo que pierda el juicio por fin. Veo cosas
que no debería, oigo a mis demonios susurrándome al oído desde
fuera de mi carcasa corporal y siento el tacto de emociones complejas
y bizarras en mi piel que se cae a pedazos y se pinta de colores
imposibles. Mierda... me arde la entrepierna, me suda el ojete y me
pesa el alma. Estoy jodidamente desequilibrado, soy presa
involuntaria de mi propia demencia.
La mancha sigue a lo
suyo, sin mostrar ningún interés en mi guerra interna, pero su
semblante empieza a darme miedo. La muchacha de mejillas rojas ha
desaparecido para dar paso a un garrulo cabrón con un bigote de
fascista que dan arcadas. Hijo de puta... Tiene pinta dictatorial
cono todos los mostachudos: Stalin, Hitler, Aznar, Azkuna... Tiene
una cara muy seria y no deja de mirarme con esa cara de sucio
palurdo. Creo que es una señal, y no muy buena precisamente. Me da
mal rollo. Puede que sea el presagio de algo jodido de verdad. Al fin
y al cabo, ahora que me pongo a pensar, la sangre ésta habrá salido
de mí, porque no hay nadie más aquí y el hecho de que cambie tanto
de forma será debido a que no deja de brotar de algún lugar de mi
organismo. Mierda... Será eso seguramente. Si no, ya me dirás que
ostias hago yo encima de una mancha de sangre. Puta vida... Así que
este es mi fin, al fin, mi puta muerte. Obviamente no es como me lo
había imaginado. No tengo a ningún ser amado para vomitarle en la
cara mis últimas sandeces, ni hay una multitud colerizada deseando
que deje ya de respirar, ni siquiera veo a los cuatro jinetes yonkis
cabalgando sobre el jaco para llevarme de la mano a mi amado hogar,
que no es otro que el infierno. Menuda decepción. Pues ala, a tomar
por culo TODO...